martes, 19 de marzo de 2013

La mentira


“Me quisieron matar y me dejaron vivo, en eso se resume mi historia”, le dijo Ramiro al detective.

Desde hace dos semanas se encontraba internado en el hospital. Había recibido tres disparos. El último a quemarropa, a la altura del corazón, cuando no se movió más, lo dieron por muerto. De hecho lo estuvo, pero apareció alguien, nunca se supo quién y lo salvó cuando ya tenía un pie del otro lado.

Ahora Ramiro contaba su historia. No era que la policía se interesara mucho por él, menos en este momento en que estaba caído en desgracia, pero alguna vez fue importante y algunos amigos no lo olvidaban, por lo que habían pedido que se resolviera el intento de homicidio, o el homicidio, porque para muchos, incluso para sus atacantes, Ramiro había muerto esa noche y había sido enterrado en una ceremonia con pocos asistentes y muchas menos lágrimas.

“¿Cuál es la historia?”, lanzó el detective. Se le notaba que no quería ese caso. Lo habían llamado hacía dos semanas, a los minutos de lo ocurrido y había esperado mucho para hablar con la víctima, mientras sus superiores le pedían celeridad pero también silencio.

“Hice enojar a alguna gente, no me lo esperaba, no me esperaba nada de lo que ocurrió, y ellos se vengaron, me quisieron destruir, me quisieron matar”, lanzó Ramiro, e inmediatamente calló, casi asustado, pero más por precaución.

“¿Fueron ellos los que le dispararon, puede identificarlos?”. Ramiro lo miró, como si no entendiera tan simple pregunta. Luego le dijo que no, que no recordaba quienes habían disparado, que no podía relacionarlos, que tal vez fue sólo un asalto y pidió quedarse solo.

El detective, totalmente ofuscado, se levantó de la silla, dio las gracias y se fue. Podía cerrar el caso, a pesar de sus dudas, por lo que decidió dejar sus pensamientos de lado e irse.

Mientras se alejaba Ramiro lo observaba,  pensativo. Había mentido, pero ¿por qué? Recordaba perfectamente lo que había ocurrido esa noche. No había sido un asalto, lo habían llevado hasta ese lugar. Era una perfecta emboscada. Lo habían entregado.

Recordó el primer disparo y como, en lugar de huir, intentó enfrentarlos. Escuchó el segundo y se dio cuenta que le habían dado cuando sintió un ardor cerca del hombro derecho. Supo cuando cayó que sus piernas dejaban de responderle. Vio como las botas se acercaban, le decían algo, no sabe qué cosa. El arma brillaba en sus manos. Primero un ruido, luego un golpe en el pecho que lo tiró para atrás. Era el tercer disparo.

Escuchó risas y algún que otro insulto. Reconoció cada una de las voces. Sabía quiénes lo estaban ultimando y se rindió, cerró los ojos y esperó que lo remataran, sin embargo se fueron. Para ellos ya estaba muerto y el creyó también estarlo, hasta que despertó dos semanas después en un hospital y se encontró con la cara de un viejo policía que le preguntaba cosas de mala gana, mientras él le mentía.

¿Pero por qué le mentía? No lo sabía, pero en su cabeza volvió a escuchar las mismas voces, las mismas risas, sintió el tercer golpe en su pecho y con una mano se palpó para observar que esta vez no había sangre. Levantó la mirada, en sus ojos apareció un brillo pocas veces visto en los últimos años y su mente comenzó a asociar cada voz con un nombre de su pasado. A medida que lo hacía su sonrisa se ensanchaba aún más en una mueca que escondía mucho más de lo que decía. Tenía revancha y se sintió más vivo que nunca.

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