“Entramos al telo, pagué, nos metimos a la habitación y en lo
mejor de todo, en ese momento en que sabés que lo próximo que viene es quedarse
sin ropa, ella me tiró un ´¿no te molesta que esté en mis días, no?`, ahí se
terminó la joda, la quería matar, descuartizar o lo que sea”.
Hace unos días recordé esa anécdota de mi
pasado, en medio de una mesa en donde cada uno contaba una de esas bellas
historias que sólo pueden ocurrir en telos. Por respeto a los que compartieron
mesa conmigo, sus historias seguirán siendo solamente de ellos.
¿Pero quién no la ha pasado mal en un telo,
hotel alojamiento, albergue transitorio o como quieran llamarlo?
Hay que convenir que hay cosas peores que eso
que me ocurrió. Por ejemplo, llegar caminando a un telo es algo complicado. A
nadie le gusta que justo pase alguien, un amigo o un vecino y vea que vas
entrando con tu novia/saliente/nombre desconocido al telo y se de cuenta que
planeas tener sexo (la gente suele ser muy perspicaz).
Por supuesto, también hay otras opciones aún
más desastrosas. Puede pasar que entres a un telo, y la cajera, esa chica que
tiene la molesta función de trabajar mientras el resto se dedica a disfrutar,
te dice que está todo ocupado y que vos y tu chica deberán esperar en el
living.
No te gusta para nada la situación, pero sabés
que en cualquier momento te toca, por lo que la tomás de la mano y te dirigís a
los sillones y ahí pasa lo que no debía pasar. Te encontrás a tu novia y no
sabés como soltarle la mano a la chica que llegó con vos y tardás cinco
segundos en entender que tu novia también fue al telo pero… ¡con otro y no con
vos!
Aún peor, es encontrar en el living a tu mamá,
que recién separada de tu viejo, está teniendo más sexo que vos y que se
encuentra esperando otra habitación. De tal palo tal astilla, al menos en lo
que se refiere a la espera.
Después está el tema de las miradas. Si caes con
una mina muy linda, uno siente la presión de que esa noche, al menos por dos
horas, uno tiene que ser una mezcla de Messi y Cristiano Ronaldo y un actor
porno.
Por que ahí tenés la presión de tener que
lograr que la chica vuelva a pasar por todos esos trámites con vos, pero además
debés soportar que la cajera o la chica que te lleve hasta la habitación o
quién sea te miren con cara de “vos no deberías estar con ella, es mucho para
vos, seguro tenés plata”, y eso también te puede llegar a jugar en contra,
porque uno sabe que es inexplicable que esa chica te haya dado bola.
De hecho vos tampoco entendés eso pero le das
las gracias a los planetas alineados, a la bruja a la que fuiste e incluso a tu
vieja, que es la única que insiste con que sos lindo.
Hay otra situación. Cuando uno anda de buenas, se puede dar el
gusto de elegir y decir “con vos sí” y “con vos ni a palos”, pero siempre, en
algún momento viene una larga y prolongada sequía, a veces por voluntad propia,
otras, por voluntad de los demás.
Es en ese punto cuando dos cervezas llevan a
que veas a esa mina a la que nunca le darías bola, como lo más parecido a
Celeste Cid o Sabrina Garciarena. El problema con esta usurpadora de
identidades es el momento después del sexo. Ese momento en que ella te abraza y
te mira esperando que le digas que la querés.