jueves, 31 de octubre de 2013

Historias de telo

“Entramos al telo, pagué, nos metimos a la habitación y en lo mejor de todo, en ese momento en que sabés que lo próximo que viene es quedarse sin ropa, ella me tiró un ´¿no te molesta que esté en mis días, no?`, ahí se terminó la joda, la quería matar, descuartizar o lo que sea”.

Hace unos días recordé esa anécdota de mi pasado, en medio de una mesa en donde cada uno contaba una de esas bellas historias que sólo pueden ocurrir en telos. Por respeto a los que compartieron mesa conmigo, sus historias seguirán siendo solamente de ellos.

¿Pero quién no la ha pasado mal en un telo, hotel alojamiento, albergue transitorio o como quieran llamarlo?

Hay que convenir que hay cosas peores que eso que me ocurrió. Por ejemplo, llegar caminando a un telo es algo complicado. A nadie le gusta que justo pase alguien, un amigo o un vecino y vea que vas entrando con tu novia/saliente/nombre desconocido al telo y se de cuenta que planeas tener sexo (la gente suele ser muy perspicaz).

Por supuesto, también hay otras opciones aún más desastrosas. Puede pasar que entres a un telo, y la cajera, esa chica que tiene la molesta función de trabajar mientras el resto se dedica a disfrutar, te dice que está todo ocupado y que vos y tu chica deberán esperar en el living.

No te gusta para nada la situación, pero sabés que en cualquier momento te toca, por lo que la tomás de la mano y te dirigís a los sillones y ahí pasa lo que no debía pasar. Te encontrás a tu novia y no sabés como soltarle la mano a la chica que llegó con vos y tardás cinco segundos en entender que tu novia también fue al telo pero… ¡con otro y no con vos!

Aún peor, es encontrar en el living a tu mamá, que recién separada de tu viejo, está teniendo más sexo que vos y que se encuentra esperando otra habitación. De tal palo tal astilla, al menos en lo que se refiere a la espera.

Después está el tema de las miradas. Si caes con una mina muy linda, uno siente la presión de que esa noche, al menos por dos horas, uno tiene que ser una mezcla de Messi y Cristiano Ronaldo y un actor porno.

Por que ahí tenés la presión de tener que lograr que la chica vuelva a pasar por todos esos trámites con vos, pero además debés soportar que la cajera o la chica que te lleve hasta la habitación o quién sea te miren con cara de “vos no deberías estar con ella, es mucho para vos, seguro tenés plata”, y eso también te puede llegar a jugar en contra, porque uno sabe que es inexplicable que esa chica te haya dado bola.  

De hecho vos tampoco entendés eso pero le das las gracias a los planetas alineados, a la bruja a la que fuiste e incluso a tu vieja, que es la única que insiste con que sos lindo.

Hay otra situación. Cuando uno anda de buenas, se puede dar el gusto de elegir y decir “con vos sí” y “con vos ni a palos”, pero siempre, en algún momento viene una larga y prolongada sequía, a veces por voluntad propia, otras, por voluntad de los demás.

Es en ese punto cuando dos cervezas llevan a que veas a esa mina a la que nunca le darías bola, como lo más parecido a Celeste Cid o Sabrina Garciarena. El problema con esta usurpadora de identidades es el momento después del sexo. Ese momento en que ella te abraza y te mira esperando que le digas que la querés.

Y vos, que a esa altura ya te diste cuenta que no era la princesa la que tenés al lado, sino la bruja malvada, también querés algo… querés un terremoto, una amenaza de bomba, algo que te permita salir corriendo del lugar, y por las dudas de que algo de eso pase, mientras sus ojos escrutadores buscan los tuyos, vos estás relojeando y memorizando donde está tu boxer, el jean, la remera y tus zapatillas, para poder vestirte rápido y salir para nunca más volver. Después habrá tiempo de echarle la culpa al alcohol y jurar que nunca más volverás a hacer lo mismo.