lunes, 27 de enero de 2014

"Fue el karma, seguro que fue eso"



"Fue el karma, seguro que fue eso". El Nacho tiró su lapidaria condena y se quedó callado, como quien acaba de decidir que una persona pasará su vida en la cárcel.

Con Lautaro nos quedamos callados, no queríamos ahondar en la herida. Al Nacho le acababan de robar la mochila con su cámara de fotos adentro, su billetera y algo de plata. De repente, las vacaciones en la playa ya no eran tan buenas y sumábamos una anécdota que no queríamos que fuese nuestra.

"Es el karma", repitió el Nacho, "ayer nos llevamos un vaso del bar y hoy nos roban la mochila, con la cámara de fotos y la plata", argumentó, dando a entender que si el karma existe es realmente un hijo de puta mafioso que cobra con demasiados intereses.

Recién llevábamos dos días de nuestras vacaciones y estábamos coronando de esa manera un viaje que ya había comenzado torcido, donde nos habíamos perdido antes de llegar al lugar, la cabaña se había inundado y por si fuera poco, en el viaje habíamos escuchado hasta a Los Rancheros. Indudablemente el karma se había ensañado con nosotros, aunque a esa altura ya íbamos teniendo la teoría que se estaba cobrando hasta por nuestras vidas pasadas y paralelas.

Sin la mochila, sin la única cámara de fotos que teníamos para trabajar en la playa, sin las paletas y la pelotita, con menos plata y con un par de lentes menos, decidimos ir a Carabineros, esa fuerza policial chilena famosa por su habilidad para repartir palos y golpes cuando quieren, que suele ser muy seguido.

Al salir de ahí, los tres que habíamos ido, Lautaro, Nacho y yo, hicimos un pacto: se hacía todo bajo lo legal, no se tomaba más alcohol ni se hacía el ridículo y eso para nosotros era como un castigo, pero todavía faltaba convencer a los otros tres que estaban con nosotros y que en ese momento estaban cambiando pesos argentinos por chilenos y que encima esa noche iban a salir a bailar. ¿Cómo los convencíamos de portarse bien en la noche chilena?

Era la medianoche y aún no llegaban. A esa altura, temíamos que el karma pudiera haber atentado contra ellos y el auto se les hubiese roto o algo así.

A medida que pasaban los minutos, el sueño le iba ganando a la preocupación y caíamos uno por uno en la cama, sin que el resto llegara todavía.

Nunca nos enteramos cuando aparecieron en la cabaña. Así como llegaron se fueron a bailar. Nunca pudimos hablar con ellos de nuestro juramento hasta la mañana siguiente.

Una vez que estuvimos todos levantados, decidimos hablarles sobre la mochila, el juramento, el karma y la venganza de esa cosa tan extraña que por lo visto ataca a todos, excepto a los ricos.

Nos habíamos preparado solemnemente. Íbamos a hablar todos pero cuando comenzamos, Tincho nos interrumpió con un "paren, paren, miren lo que nos trajimos, bah nos robamos, con el Mati" y mostró dos vasos chiquitos con la leyenda Fernet Branca.

Nos miramos y lo supimos en el instante, sin decirnos nada: no había forma de convencerlos pero además tampoco había manera de vivir las vacaciones si nos teníamos que comportar como caballeros ingleses, fue ese el momento en que el Nachito, siempre el Nacho, que había visto y escuchado todo, que había sido la víctima principal del robo nos miró a todos, subió la escalera ante nuestra mirada interrogatoria y al regresar dijo: "¿se piensan quedar todo el día ahí parados o nos vamos a ir al bar a tomar?". Estábamos de regreso. Éramos nosotros seis contra el karma y quién se parara en frente. Estábamos, otra vez, de vacaciones.