No te pudiste aguantar. Siempre fuiste ansioso y por eso
estamos acá, en este hospital mientras vos
estás respirando con ayuda de una
máquina. Lo peor de todo es que siempre fuiste así, incluso desde antes de
nacer. Tenías fecha para llegar al principio del mundial, pero no. Nos
escuchaste tanto hablar de eso que llamábamos fútbol que no te bancaste la
espera y tuviste que salir un mes antes.
Lo curioso fue la forma en que te enamoraste de ese deporte.
Lo recuerdo como si fuera hoy. Fuimos con tu tío a comprar unas camisetas para
los demás sobrinos y vimos una chiquita, justo para vos. Te la dejaste poner
sin drama y hoy hasta juraría que sonreíste cuando la tuviste con vos. Aunque
quizás es solo la memoria que está jugando conmigo.
Igual, sería una linda idea la de verte riendo mientras los
demás insultábamos. Porque seguro que no entendías nada de qué era eso que nos
llevaba a gritar, a agarrarnos la cabeza, a sonreír y respirar cuando los
partidos terminaban y a querer llorar y estar solos cuando sonó el silbato en
aquella final.
Y hoy estamos acá igual que, hace poco más de un año, cuando
naciste. Y tal vez la culpa es nuestra. No sé, tres clásicos, volver a hablar
de la celeste y blanca por una copa menor, pero que igual queremos ganar. Y vos
también querés lo mismo. Y sé que no entendés mucho aún, pero te gusta ver la
pelota rodar y ver a ese enano que corre como si la tuviera atada a su pie. Y
todo eso te volvió a poner nervioso y como no podías volver a nacer, decidiste
buscar otra manera de llamar la atención y otra vez terminamos donde empezamos:
en el hospital, pero se te fue la mano. Perdón, pero se te fue la mano esta
vez.
No es una boludez que te diga esto. Hace más de diez días que
estás en una cama donde no te podemos ver. La primera noche me quedé con tu
mamá en la sala de espera. Poco después de medianoche nos dijeron que te
costaba respirar, que te conectaban al respirador. Y créeme que fue un momento
de mierda. Más teniendo en cuenta que siempre hemos visto series de médicos,
entonces cuando nos dijeron lo que hicieron con vos, quisimos llorar, pero
ninguno lo dijo. Yo evité mirar a tu madre, a mi hermana. Sabía que si la
miraba, ella se quebraría a llorar. En el fondo, tampoco quería que lo hiciera
ella, porque yo no estaba seguro de poder contenerme.
Y no te voy a mentir, no a vos. Me quebré varias veces. En
casa y cada vez que salía del hospital, mientras esperaba a alguien que me
mirara a los ojos y me dijera que todo iba a estar bien. Hasta prometí cosas y
gente que ni siquiera conozco me preguntaban todos los días por vos. Pero no,
el rebelde seguía empecinado en no salir de terapia intensiva.
Encima no te imaginás lo que es ver a tu madre salir llorando
y uno esperar la peor de las noticias, hasta que ves que sus lágrimas son
porque es tu vieja y lloraría aunque tuvieras solamente raspadas las rodillas.
Por si fuera poco, al tercer día vienen y nos dicen que te
aumentaron las dosis de las drogas porque te fallaban los riñones y eso
afectaba al corazón. Hacía mucho que no lloraba así y recorrí varias cuadras
desconsolado sin saber dónde ir.
Porque lo peor que hay en estos casos es la impotencia de no
poder hacer nada. De tenerte a vos, con tan solo un año, en una habitación a la
que no podemos acceder y los demás afuera. Y uno entra a rezarle a Dios, a
pedir que manden energías, vibras, fuerzas positivas y todo tipo de cosas en
las que uno no termina de creer, pero que en ese momento deseas que sean
ciertas y que funcionen, porque si no se va todo a la mierda.
Pero al cuarto día la maschereneaste, los remedios hicieron
efecto y los riñones volvieron a la normalidad. Seguías con respirador pero
algo en el aire había cambiado, porque todos estábamos más optimistas, mientras
vos estabas ahí, en el círculo central o en la cama. En definitiva era lo
mismo. Eras vos solo y los demás solo formábamos la hinchada, pero el partido
lo jugabas vos nada más y empezabas a demostrar querer ganarlo.
Y fue en ese momento que comenzaste a darlo vuelta. Que cada
informe decía que estabas un "poquito" mejor. No mucho, tampoco era
cuestión de ilusionarnos y que en el último minuto te lo dieran vuelta.
Mientras tanto tu hermano, tu primo y tu prima se entretenían
jugando a los penales. Les faltaba el cuarto para jugar un dos contra dos y
mierda, que te extrañaban. No había un día que no preguntaban por vos. Que
querían verte. Saber cómo estabas. Eran ellos y tu abuelo. Ese viejo que
revivió con tu llegada.
Y finalmente, como no podía ser de otra manera, entre tanto
optimismo, comenzamos a confiar más que nunca en tu triunfo. Se olía en el
ambiente. Los médicos ya sonreían antes de dar los informes. Ellos también
veían que ibas a ganar. Y lo hiciste.
Hace unos días me llegó un mensaje. "Pasó a sala
común". Ya estábamos en tiempo de descuento. El partido casi terminaba y
vos ya respirabas solo y estabas despierto. Lo ibas a ganar y todos lo
sabíamos.
Esa misma tarde salí apurado de casa a comprarte algo.
Después me fui al hospital a verte. No te había visto en dos semanas y sin
embargo, ahí estabas, sonriendo a pesar de todo.
Saqué de la bolsa, sin envolver, lo que había comprado y te
puse el regalo sobre el pecho. Ahí nomás la agarraste con tus pequeñas manos.
Era la 10 de Messi. De ese enano que vos admirabas a pesar de no entender nada
y volviste a sonreír.
Te miré fijamente, sabía que me querías decir algo. Todos lo
sentimos pero de tu boca no salió nada más que un balbuceo.
Te dieron el alta en medio de un partido de Argentina por la
copa América. Creo que te reías de habernos hecho salir de la casa en un
momento así, pero no nos importaba nada más que vos. Fue en el auto que te comencé
a mirar detenidamente. Algo en tus ojos había cambiado en estos días. En tus
gestos. Seguías teniendo un año, pero había algo diferente.
En medio de mis pensamientos, un grito de gol salió desde la
radio del auto. Era de Argentina y lo supe cuando otra vez te vi sonreír y
cerrar tu manito sobre la camiseta. Ahí entendí todo. Sabías que significaba el
grito y de alguna manera te habías enterado lo que pasaba fuera de la
habitación mientras estuviste internado. Viste a tus primos jugar al fútbol y
que necesitaban a uno más, a vos.
Nos viste llorar una y otra vez, caminar por
la sala de espera, comernos novelas brasileras en la madrugada y supe que el
partido no lo habías ganado solo por vos o por nosotros. Sino por todos, por
tus sueños y los nuestros. Por volver a ver ese circo llamado fútbol. Por jugar
por primera vez con tus primos y abrazarte con tu hermano en un festejo. Para
reírte de tus tíos en cada jugada. Para no rendirte nunca. Mientras caía en la
cuenta, me miraste y volviste a sonreír, como si leyeras mi mente. No pude
sostenerte la mirada y observé hacia afuera, mientras otra lágrima se fugaba,
pero esta vez era de felicidad. Habías ganado tu partido, pero también el
nuestro y lo habías hecho por goleada.
PD: Para Gaetano, un incansable luchador. También para Luciano, Thiago, Agos y Cadmiel.