lunes, 6 de julio de 2015

El partido de tu vida



No te pudiste aguantar. Siempre fuiste ansioso y por eso estamos acá, en este hospital mientras vos
estás respirando con ayuda de una máquina. Lo peor de todo es que siempre fuiste así, incluso desde antes de nacer. Tenías fecha para llegar al principio del mundial, pero no. Nos escuchaste tanto hablar de eso que llamábamos fútbol que no te bancaste la espera y tuviste que salir un mes antes.

Lo curioso fue la forma en que te enamoraste de ese deporte. Lo recuerdo como si fuera hoy. Fuimos con tu tío a comprar unas camisetas para los demás sobrinos y vimos una chiquita, justo para vos. Te la dejaste poner sin drama y hoy hasta juraría que sonreíste cuando la tuviste con vos. Aunque quizás es solo la memoria que está jugando conmigo.

Igual, sería una linda idea la de verte riendo mientras los demás insultábamos. Porque seguro que no entendías nada de qué era eso que nos llevaba a gritar, a agarrarnos la cabeza, a sonreír y respirar cuando los partidos terminaban y a querer llorar y estar solos cuando sonó el silbato en aquella final.

Y hoy estamos acá igual que, hace poco más de un año, cuando naciste. Y tal vez la culpa es nuestra. No sé, tres clásicos, volver a hablar de la celeste y blanca por una copa menor, pero que igual queremos ganar. Y vos también querés lo mismo. Y sé que no entendés mucho aún, pero te gusta ver la pelota rodar y ver a ese enano que corre como si la tuviera atada a su pie. Y todo eso te volvió a poner nervioso y como no podías volver a nacer, decidiste buscar otra manera de llamar la atención y otra vez terminamos donde empezamos: en el hospital, pero se te fue la mano. Perdón, pero se te fue la mano esta vez.

No es una boludez que te diga esto. Hace más de diez días que estás en una cama donde no te podemos ver. La primera noche me quedé con tu mamá en la sala de espera. Poco después de medianoche nos dijeron que te costaba respirar, que te conectaban al respirador. Y créeme que fue un momento de mierda. Más teniendo en cuenta que siempre hemos visto series de médicos, entonces cuando nos dijeron lo que hicieron con vos, quisimos llorar, pero ninguno lo dijo. Yo evité mirar a tu madre, a mi hermana. Sabía que si la miraba, ella se quebraría a llorar. En el fondo, tampoco quería que lo hiciera ella, porque yo no estaba seguro de poder contenerme.

Y no te voy a mentir, no a vos. Me quebré varias veces. En casa y cada vez que salía del hospital, mientras esperaba a alguien que me mirara a los ojos y me dijera que todo iba a estar bien. Hasta prometí cosas y gente que ni siquiera conozco me preguntaban todos los días por vos. Pero no, el rebelde seguía empecinado en no salir de terapia intensiva.

Encima no te imaginás lo que es ver a tu madre salir llorando y uno esperar la peor de las noticias, hasta que ves que sus lágrimas son porque es tu vieja y lloraría aunque tuvieras solamente raspadas las rodillas.

Por si fuera poco, al tercer día vienen y nos dicen que te aumentaron las dosis de las drogas porque te fallaban los riñones y eso afectaba al corazón. Hacía mucho que no lloraba así y recorrí varias cuadras desconsolado sin saber dónde ir.

Porque lo peor que hay en estos casos es la impotencia de no poder hacer nada. De tenerte a vos, con tan solo un año, en una habitación a la que no podemos acceder y los demás afuera. Y uno entra a rezarle a Dios, a pedir que manden energías, vibras, fuerzas positivas y todo tipo de cosas en las que uno no termina de creer, pero que en ese momento deseas que sean ciertas y que funcionen, porque si no se va todo a la mierda.

Pero al cuarto día la maschereneaste, los remedios hicieron efecto y los riñones volvieron a la normalidad. Seguías con respirador pero algo en el aire había cambiado, porque todos estábamos más optimistas, mientras vos estabas ahí, en el círculo central o en la cama. En definitiva era lo mismo. Eras vos solo y los demás solo formábamos la hinchada, pero el partido lo jugabas vos nada más y empezabas a demostrar querer ganarlo.

Y fue en ese momento que comenzaste a darlo vuelta. Que cada informe decía que estabas un "poquito" mejor. No mucho, tampoco era cuestión de ilusionarnos y que en el último minuto te lo dieran vuelta. 

Mientras tanto tu hermano, tu primo y tu prima se entretenían jugando a los penales. Les faltaba el cuarto para jugar un dos contra dos y mierda, que te extrañaban. No había un día que no preguntaban por vos. Que querían verte. Saber cómo estabas. Eran ellos y tu abuelo. Ese viejo que revivió con tu llegada.

Y finalmente, como no podía ser de otra manera, entre tanto optimismo, comenzamos a confiar más que nunca en tu triunfo. Se olía en el ambiente. Los médicos ya sonreían antes de dar los informes. Ellos también veían que ibas a ganar. Y lo hiciste.

Hace unos días me llegó un mensaje. "Pasó a sala común". Ya estábamos en tiempo de descuento. El partido casi terminaba y vos ya respirabas solo y estabas despierto. Lo ibas a ganar y todos lo sabíamos. 

Esa misma tarde salí apurado de casa a comprarte algo. Después me fui al hospital a verte. No te había visto en dos semanas y sin embargo, ahí estabas, sonriendo a pesar de todo.

Saqué de la bolsa, sin envolver, lo que había comprado y te puse el regalo sobre el pecho. Ahí nomás la agarraste con tus pequeñas manos. Era la 10 de Messi. De ese enano que vos admirabas a pesar de no entender nada y volviste a sonreír.

Te miré fijamente, sabía que me querías decir algo. Todos lo sentimos pero de tu boca no salió nada más que un balbuceo.

Te dieron el alta en medio de un partido de Argentina por la copa América. Creo que te reías de habernos hecho salir de la casa en un momento así, pero no nos importaba nada más que vos. Fue en el auto que te comencé a mirar detenidamente. Algo en tus ojos había cambiado en estos días. En tus gestos. Seguías teniendo un año, pero había algo diferente. 

En medio de mis pensamientos, un grito de gol salió desde la radio del auto. Era de Argentina y lo supe cuando otra vez te vi sonreír y cerrar tu manito sobre la camiseta. Ahí entendí todo. Sabías que significaba el grito y de alguna manera te habías enterado lo que pasaba fuera de la habitación mientras estuviste internado. Viste a tus primos jugar al fútbol y que necesitaban a uno más, a vos. 

Nos viste llorar una y otra vez, caminar por la sala de espera, comernos novelas brasileras en la madrugada y supe que el partido no lo habías ganado solo por vos o por nosotros. Sino por todos, por tus sueños y los nuestros. Por volver a ver ese circo llamado fútbol. Por jugar por primera vez con tus primos y abrazarte con tu hermano en un festejo. Para reírte de tus tíos en cada jugada. Para no rendirte nunca. Mientras caía en la cuenta, me miraste y volviste a sonreír, como si leyeras mi mente. No pude sostenerte la mirada y observé hacia afuera, mientras otra lágrima se fugaba, pero esta vez era de felicidad. Habías ganado tu partido, pero también el nuestro y lo habías hecho por goleada.

PD: Para Gaetano, un incansable luchador. También para Luciano, Thiago, Agos y Cadmiel.

viernes, 16 de enero de 2015

No sos vos, soy yo (por partida doble)

La visión de él
“Era algo increíble, en mi vida había visto algo así. Te juro, no lo podía creer. Ver eso en una cancha, en un partido bodrio en donde la mayor emoción era que pasara el cocacolero, porque encima hacía un calor de mierda, te juro que fue algo hermoso”.
No entendíamos nada de lo que decía el negro. Había llegado al bar con una sonrisa de oreja a oreja. Algo raro en él,  que no sonríe ni para las fotos y ante la pregunta de qué carajo le pasaba, nos saltó con toda esa ridiculez y nosotros, los boludos, seguíamos sin entender nada.
-          A ver negro, si el partido era un bodrio, ¿qué fue lo hermoso?
-          Una mina, flaco, eso fue lo hermoso. ¿Viste que yo siempre digo que la mina se puede clavar unas botas y una minifalda y arrasar con todo, pero que siempre hay algo que puede superar esa combinación? Bueno, sucedió. No hay cosa más linda que ver a una mina con una camiseta de fútbol. Se los digo posta. Me enamoré en cuanto la vi.
-          Paremos negro, frená un poco. A ver si entendí bien, vos viste una mina en una cancha, te gustó… hasta ahí vamos bien, pero ¿le hablaste?
-          Bueno, no…
-          Andá a cagar entonces, dijimos a coro los tres que estábamos en la mesa.
-          No, paren un poco, porque la vi hace dos semanas y no le hablé, pero después fui  averiguando quién era. Se llama Florencia, da clases en una secundaria. Les juro que no se puede creer que esa mina, preciosa, que puteaba tanto en la cancha sea también una profesora de pendejos adolescentes.
-          ¿Bueno… pero hay algo más?, preguntó impaciente el rata.
-          Sí, hace una semana volví a la cancha, me ubiqué en el mismo sector para ver si la veía otra vez. No saben los nervios que pasé. Faltaban cinco minutos y la mina no llegaba, empezó el partido e igual y yo me había gastado plata del laburo para comprar la entrada, si estaba más seco que el Sahara… por suerte la mina cayó como a la media hora. Cuando terminó el primer tiempo, que todo el mundo se va a mear, me ubiqué al lado de ella. Todo tenía un motivo, les estábamos cascoteando el rancho a los cordobeses y el gol venía en cualquier momento y viste cómo es en una cancha, que hacemos el gol y abrazamos a cualquiera, como cuando en la misa tenías que plantarle un beso a la vieja que se te sentaba al lado, bueno igual.
-          Pero pará, si el partido lo ganaron los cordobeses.
-          Sí, no me hagas acordar. Empezó el segundo tiempo y yo no sé si los nuestros se vendieron, si ellos se doparon o qué, pero era ver once ferraris contra once bicicletas. En quince minutos nos clavaron tres y yo estaba más enojado aún porque me cagaban todo el plan que por el partido. Lo raro fue que en un momento, a la mina la veo llorar y se me estrujó el corazón. Le digo que es sólo un partido y todas esas frases que dicen los antifútbol y la mina me pide perdón, me dice que no es solo por el partido, que ha sido una mala semana y se intenta parar e irse. Ahí fue cuando la agarré, le pedí que me contara, le hice unos chistes hasta que se empezó a reír y vieran que linda sonrisa tenía, me quería morir ahí, en esa tribuna, con esa imagen en la cabeza. Estaba tan ocupado en ella que ni siquiera vi la patada salvaje que pegó el cinco nuestro y por la que le dieron como siete fechas.
-          Ah bueno, ¿tan linda es la mina?
-          Es de otro planeta, la única cagada es que fuera del fútbol no sé de qué mierda hablarle. Qué se yo, la mina parece muy bocho y yo lo más cerca que estuve de un libro, fuera de los de la facultad, fue cuando vendí el manual de matemática para ir a la cancha en el secundario. Encima el campeonato se termina en dos semanas. Algo tengo que hacer, no puedo perderla.
El negro dijo lo último con una cara de tristeza que no le veíamos desde que la madre le encontró y le sacó las revistas porno cuando tenía 15 años. Nos quedamos preocupados, callados, en el fondo todos ya preparábamos el colchón para dos semanas después.
Así pasaron los catorce días y nos juntamos porque sabíamos cómo se venía la mano. Para peor los leprosos habían vuelto a perder y el negro cayó amargado por dos.
-          ¿Negro que pasó?
-          Nada, se terminó el campeonato. No pude hacer nada. Se me escapó. Era el partido de mi vida y se me perdió. No supe cómo hacer para ganarlo.
Hay momentos en que no importa lo que digamos, todo suena a pelotudez. Frases como “ya pasará”, “verás que todo va a estar bien” y otras del mismo estilo suenan ridículas y más para el que las recibe, por eso todos nos quedamos callados, hundiéndonos en cerveza mientras el negro no soltaba el celular y media hora después de silencios incómodos, de cervezas pasar y de charlas sin sentido, el negro sonrió por primera vez en la noche y después se empezó a reir.
-          ¿Qué te pasa pelotudo? Venís llorando y ahora te reís solo, ¿ya te pusiste en pedo?
-          No boludos, ustedes no entienden nada.  Me acabo de dar cuenta de algo. En un mes empieza el campeonato otra vez. Acabo de revisar el fixture, las dos primeras fechas son de local, es decir que si me saco el abono para todo el campeonato, la veré esos dos días y ocho partidos más. No solo eso, tengo un mes para prepararme. Para llegar de la mejor manera. Para hacer algo.
El negro no dejaba de sonreír y nadie quiso contradecirlo. Tampoco encontramos con qué llevarle la contra y fue el flaco el primero en hablar…
-          ¿Negro, contra quien juegan el primer partido? ¿clases de qué da la mina? Mi hermana es una luz, quizá nos tira una idea para que puedas hablar de algo más de fútbol.
-          Sì, negro, y sino mañana nos juntamos a ver el Discovery, pasan unos programas que te dejan pensando todo el día, tiró Mariano, envalentonado, y subiéndonos a todos al carro.
El negro a todo nos decía que sí, incluso le sugerí que fuéramos a la biblioteca, que algo íbamos a encontrar que le gustara, el flaco y Mariano armaron una agenda, ya nos habíamos entusiasmado y el negro solo nos miraba y sonreía. Igual no importaba, todos sabíamos que en su cabeza ya estaba pensando en su próximo partido, en Florencia y en las revanchas que siempre da la vida.
La visión de ella
-          Lo quería matar a mi viejo. Hace meses que no lo veía y en el único momento en qué
podíamos vernos, me dice de ir a la cancha, que recordáramos viejos tiempos en que me llevaba a ver los partidos y me enseñaba quienes eran los jugadores nuestros, los errores que cometíamos y todo eso. Y tuve que ir porque me miró con cara de perro arrepentido, pero yo hacía años que no pisaba una cancha.
-          Bueno Flor pero llegaste sin voz ayer.
-          Y sí Ana, si está bien que hace años no iba a la cancha pero lo veía a mi viejo sufrir por su equipo y me ponía mal. Al principio insultaba por hacerle el aguante, pero después insultaba sola, ya me había superado la situación. Encima, ustedes no saben chicas, en un momento siento una mirada atrás mío. Un flaco no me sacó al vista de encima durante todo el partido.
-          ¿Y? ¿era lindo? ¿cómo se llamaba?
-          Qué se yo cómo se llamaba, estábamos en una cancha. Ni le hablé, solo un pelotudo baboso puede ir a una cancha y en lugar de mirar el partido, quedarse viendo a una mina. Cada cosa en su lugar sino el mundo se va a la mierda.
Flor era una cosa rara. Diría mi hermano, a quién le he prohibido que la invite a salir, que es la mina ideal. Igual no se crean que a mi hermano se lo prohíbo porque sea mala, sino porque Flor y yo somos amigas desde los 12 años y ni siquiera haber estudiado cosas diferentes nos separaron y no quisiera verla mal a ella por culpa del imbécil de mi hermano o al revés. La cuestión es que él dice que es la mina ideal porque está la mayoría de las veces de buen humor, le gusta el fútbol y juega a la play.
Habían pasado diez días desde la última vez que estuvimos con Flor, pero esa noche teníamos la juntada con los del secundario, que era la misma boludez de siempre porque en realidad nos veíamos varias veces al mes, pero en estas reuniones caían tres o cuatro con los que sólo nos juntábamos para la ocasión.
-          Ana, tengo que contarte algo, a vos también Sofi. Ayer volví a ir a la cancha por culpa de mi viejo, que encima me dejó plantada y me volví a encontrar al chabón de la otra vez.
-          ¿Al que no te dejaba de mirar? No me digás que se mandó cualquiera en la cancha porque averiguamos quien es y mando al Fran para que le pegue.
Sofía se acababa de poner de novia con un cinturón negro en Kung Fu, Karate o Reiki, o una de esas boludeces en donde la gente tira patadas envueltas en una bata con un cinturón que según el color dice si pega más o menos fuerte, y quería probarnos a todas que el pibe le podía pegar a cualquiera y no quería dejar pasar la oportunidad.
-          Sí ese, pero mantené a tu novio atado, Sofi, que no pasó nada.
-          ¿Entonces?
-          Nada, fui, llegué tarde desesperada porque mi viejo estaba en la cancha y cuando llego, me siento, me llega un mensaje diciendo que estaba hasta las bolas con el laburo que no podía ir. Me quedé viendo el partido. Al pedo, porque los del otro equipo iban ganando por goleada y el flaco este en el entretiempo se había sentado al lado mío. En eso me llega un mensaje de mi hermana, que el test le había salido positivo, que estaba embarazada luego de intentarlo por años y me puse a llorar, como una boluda, en medio de la tribuna.
-          Me imagino la situación, cómo no estaba ahí, la puta madre.
-          No, lo peor fue que el flaco me ve llorar y se creyó que era por el partido. Posta que me pareció un boludo tan tierno que hasta me hizo reír.
-          ¿Bueno y pasó algo?
-          No tarada, no me lo iba a llevar a mi casa. Estuvimos hablando hasta que terminó el partido. Se llama Lautaro. Trabaja en un negocio donde la verdad no entendí muy bien qué hace. Es lindo, pero no sé. No me pidió un teléfono ni nada y yo tampoco lo hice, porque orgullo ante todo. Por las dudas iré a la cancha en la última fecha a ver si se anima o si solo me estoy enroscando de boluda nada más.
Creo que las dos semanas que pasaron hasta encontrarme con Flor fueron interminables. Principalmente porque todos los días hablábamos sobre “el hincha”, cómo lo habíamos apodado casi sin querer. Así que la misma noche, después del partido, quedamos en juntarnos hasta que Flor cayó con cara de amargada.
-          Eh boluda ¿Qué pasó?
-          Nada, perdimos y con el pibe creo que me confundí.
-          ¿Por?
-          Cero onda, siempre hablamos de fútbol, comentarios de cancha solamente. Yo quería hablar de otras cosas pero la verdad es que no quería quedar como muy nerd y de las cosas de su laburo no entendía mucho. Encima había entendido cualquier cosa, el pibe es ingeniero, entonces me hablaba de su trabajo y yo no entendía nada. Al final nos despedimos, un beso y veremos si nos vemos por ahí.
-          Puta madre, ¿no hay otro partido? ¿otra forma de verlo?
-          No, ya se terminó el campeonato, hasta dentro de dos meses nada.
-         
-          Sí, ya no sé, no digas nada. Solo que me enrosqué, tenía ganas de intentar salir con alguien.
-          ¿Y sí logramos cambiar eso?
-          ¿Qué querés decir?
-          Eso. Tenemos dos meses para investigarlo, no te vamos a hacer ingeniera pero mi hermano te puede dar unas nociones básicas, solo tenés que evitar que te invite a salir. Averiguamos que le gusta, ya sabemos de que trabaja y que le gusta el fútbol.  Solo hay investigarlo, ver su Facebook, si tiene twitter y ahí sabremos todo y en dos meses tendrás tema para hablar de acá a un año, por lo menos. ¿Qué decís?
-          Mmm podría funcionar.
-          Listo, hecho. Lo hacemos. Dejá de tener tantas dudas. Si sos vos la que siempre dice que la vida te da revanchas, entonces fabriquemos una.
Y así lo hicimos.

PD: Para Noel, una de esas personas que siempre deben existir.