miércoles, 13 de marzo de 2013

El perfume...


Tal vez sea porque hay algo de tristeza en mí que hoy me acuerdo de vos. Aún te recuerdo: pelo castaño, ojos claros. Pasó mucho tiempo hasta que te descubrí, mucho más para animarme a hacer algo, y mucho más para admitir que fui yo.

Pero no nos adelantemos. Hoy ni siquiera recuerdo como te peinabas, no soy tan memorioso, pero sí me sabía tu nombre completo, tu fecha de nacimiento y hasta tu signo, porque en algún lado había escuchado que esas cosas se preguntan cuando a una persona le gusta otra.

El tema era que vos no me registrabas y sí lo hacías nunca me di cuenta, siempre he sido muy distraído para esas cosas del amor.

Aún recuerdo ese día, no sé porque te comencé a escribir, no sabía lo que hacía pero las palabras salían una tras otra, así, como en este momento. Usé una hoja Rivadavia, eran las más copadas y las más gruesas. Hoy si me preguntan, no sé qué palabras albergué en esa hoja.

Y después, para darle un toque romántico a la historia, le rocié perfume. Bah, rociar es una forma de decir porque prácticamente le arrojé el frasco encima y tuve que poner la hoja a secar para que la tinta no se corriera y me obligara a escribir una segunda carta cuando aún no sabía cómo había hecho para escribir la primera de mi vida.

Por qué sí, hasta ese momento nunca le había escrito a nadie. Nunca nadie me había gustado tanto.
Esa mañana que te la llevé, esperé que te distrajeras. Cuando lo hiciste, metí el sobre en tu mochila. Y ahí comenzó la hecatombe.

Mi error de cálculo con el perfume delató que había un sobre en tu mochila. Prácticamente lo olfateaste al ingresar al aula y yo sentí que el mundo se caía a pedazos, era como ver a River perder una final de libertadores, como verlo perder contra Boca en el último minuto pero hora yo veía todo eso al frente mío y no por una pantalla, y no me podía ocultar.

Lo abriste y leíste su contenido. Creo que no reíste por respeto y me miraste y me preguntaste si era mía. No tenía firma y dije que no, la vergüenza me mataba y tu “no” en el rostro me hizo dar un paso atrás.

Estoy seguro que no me creíste pero no dijiste nada. Así de buena eras o sos aún, porque teníamos ¿cuánto? ¿nueve, diez años?. Hoy recordaba eso y noté que esa fue la primera vez que le escribí a alguien y no la firmé.

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