“No hubo caso, nos mataban desde todos lados. Nunca
entendimos los motivos”, le contaba el Negro a mi hijo de doce años.
Mi mujer se solía preocupar cuando el Negro contaba su
historia. Esta vez no, para mi sorpresa, ella misma le pidió que se la contara
a Mariano.
“Varios no sabían ni donde quedaban, pero eso no importó. Nos mandaron igual y no sabés el frío que hacía. Había mucha oscuridad, no se veía nada pero lo peor no era eso, lo peor era esperar que
pasara algo que uno no quiere que ocurra. Nosotros no tuvimos la culpa. Por eso
no entendíamos por qué nos mataban desde todos lados”, lamentó el negro.
"Recuerdo cuando llegamos. No estábamos contentos, al menos
no del todo, pero teníamos nuestras expectativas y no alcanzamos a llegar que
nos tiraban desde todos lados, nos disparaban desde todos los lugares posibles
y pasaban los días y descubríamos que compañeros nuestros morían uno detrás de
otro. Era horrible. Hoy te hacías amigo de uno y mañana lo llorabas".
“¿Sabés que es lo peor, Marianito? Qué uno no sabe cuando le
va a pasar lo mismo, o cuando será esa persona que compartió tanto tiempo con
vos la que se irá, y eso es terrible, porque parecía nunca acabar ese desastre,
del que te digo, nosotros no éramos culpables de nada”, explicó el Negro, con
aire de docente, de tipo con experiencia y con unos ojos que mostraban su
tristeza y que me buscaban, casi pidiendo permiso para seguir, porque Marianito era su ahijado y no quería
amargarlo.
“Estuvimos mucho tiempo en la oscuridad. No podíamos dormir.
Despiertos, no estábamos para nada bien. Dormidos, tampoco era mejor, y te
repito, nos veían y nos disparaban de todos lados”, dijo el
negro, viendo que Mariano le hacía un gesto con la cabeza, como entendiendo
todo lo que decía a pesar de su edad.
- “Padrino, hay algo que no entiendo, si les disparaban de
todos lados, como hiciste para sobrevivir a la guerra”, preguntó Mariano, con
esa caradurez y simpleza de los niños.
El Negro lo miró, como midiendo su respuesta y dijo: “Es que
en la guerra nos disparaban balas, pero a veces nos podíamos proteger. Fue
cuando volvimos de ella que nos dispararon de todos lados, pero ya no con
balas, sino con indiferencia, haciéndonos vivir en las sombras y con la
incertidumbre y la tristeza de seguir perdiendo amigos, compañeros, hermanos”.
El Negro se había desarmado. Había tardado casi tres décadas en decir lo que sentía y lo decía frente a un niño. Alguien que quizás no lo entendía, o quizás lo entendía mejor que nadie, porque fue ahí, cuando Mariano hizo algo que nos desarmó y sorprendió. Levantó la cabeza, le mostró al Negro, a su tío, que estaba llorando y le dijo solamente “perdón padrino, yo no voy a olvidar nunca”, y lo abrazó, en lo que fue quizás el abrazo más honesto que el Negro recibió desde que regresó, mientras intentaba contener sus lágrimas sin resultado alguno, porque ahogado por ellas, quería decirle también que era su “héroe”, y no les mentiré, a mí también se me escapó alguna, o varias, porque el Negro es el Negro, y también es mi Héroe.
El Negro se había desarmado. Había tardado casi tres décadas en decir lo que sentía y lo decía frente a un niño. Alguien que quizás no lo entendía, o quizás lo entendía mejor que nadie, porque fue ahí, cuando Mariano hizo algo que nos desarmó y sorprendió. Levantó la cabeza, le mostró al Negro, a su tío, que estaba llorando y le dijo solamente “perdón padrino, yo no voy a olvidar nunca”, y lo abrazó, en lo que fue quizás el abrazo más honesto que el Negro recibió desde que regresó, mientras intentaba contener sus lágrimas sin resultado alguno, porque ahogado por ellas, quería decirle también que era su “héroe”, y no les mentiré, a mí también se me escapó alguna, o varias, porque el Negro es el Negro, y también es mi Héroe.
LAS MALVINAS SON ARGENTINAS Y ELLOS, LOS QUE FUERON, SIEMPRE SERÁN HÉROES
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