viernes, 8 de noviembre de 2013

La puerta 12, una historia real

Me lo habían contado varias veces pero nunca lo quise creer. Me parecía una fantasía de tipos que siempre andan con miedo por la vida, de esos que imaginan cosas para autojustificarse, pero ayer, por la tarde, todo cambió y hoy me siento a escribirlo, porque no sé que pueda ocurrir a partir de ahora y admito, tengo miedo.

Hace más o menos un año, en uno de los calabozos del exCose (la cárcel de menores) hubo dos chicos encerrados. Esa tarde, durante las visitas, uno de ellos había logrado ingresar un encendedor y cuando se fueron a dormir, se puso a jugar con él.

El resto de los calabozos también estaban ocupados y en silencio. Los empleados se habían quedado ordenando todo, mientras la noche parecía quedar en paz, pero no fue así.

En la celda 12, el chico de 18 años jugaba a apagar y prender el encendedor. Cuando se comenzó a aburrir del juego, lo acercó al colchón de arriba, pero fue demasiado y rápidamente este comenzó a incendiarse.

Cuando quiso apagarlo, se dio cuenta que pedazos de tela y de colchón encendidos caían sobre él y sobre su propia cama. En cuestión de segundos, los dos colchones ardían en llamas.

En los otros calabozos, hasta ese momento todo era tranquilidad, pero el primero de los gritos alertó a los demás interno, al mismo tiempo.

Los operadores también los escucharon y llegaron corriendo a investigar qué ocurría y se encontraron con la celda 12 en llamas y los dos menores agarrados a la puerta, mientras las llamas ya les comenzaban a cubrir las espaldas.

Desesperados, intentaron abrir el candado, pero el calor hacía imposible ingresar la llave. Los nervios se iban apoderando de cada uno de ellos, hasta que de la nada, un operador apareció con un hierro e hizo palanca hasta romper el candado y abrir la puerta.

Ese mismo empleado, junto a otro, se metieron a la celda sin que les importara las llamas, levantaron a ambos menores en sus brazos y los llevaron a una pileta, mientras las cámaras filmaban todo, en unos minutos que parecieron una eternidad.

Esa noche, uno de los menores murió, el otro fue entregado a la familia luego de permanecer internado. El resto de los menores declaró a favor de los operadores y de su desesperación.

Ya pasó más de un año de ese hecho, pero hace unas semanas me contaron que algo nuevo sucedía desde hace tiempo y no lo quise creer.

Sabía que los menores no querían ser alojados en esa celda. Decían que estaba maldita, que había mala vibra, que no les gustaba. Incluso los empleados mencionaban cosas, pero realmente no les creía.

Pero ayer a la tarde, tuve que pasar por ese calabozo, y lo que vi juro que no me lo esperaba. El lugar estaba en silencio, no estuve aquella noche pero me imaginé que ese silencio debió haber sido parecido al que hubo previo a la tragedia.

El aire se puso pesado, me costaba respirar, incluso mover los pies se me hacía cada vez más imposible y fue entonces que giré hacia la celda 12. Ni siquiera sé el motivo por el que lo hice, pero no pude dejar de hacerlo. El candado de la puerta… se movía solo.

Miré hacia las ventanas, hacia las puertas, pero estaban todas cerradas. Ni una sola corriente de aire. Y el candado, cómo si tuviera vida, se movía de un lado a otro.

Esa misma noche, pasaron más cosas raras. Hubo silbidos, pero no había nadie despierto. Lo peor es que después se agregaron pasos y todos provenían de un lugar cerrado, donde solamente se podía acceder con una llave. Después de eso, nadie pudo conciliar el sueño.


PD: Unos días antes de la Navidad del 2011, dos chicos quedaron atrapados en su celda durante un incendio provocado por un encendedor. Uno de ellos murió a las pocas horas. El resto de los menores alojados declaró ante la Justicia, favoreciendo a los operadores, las cámaras mostraron la desesperación de estos y como ellos apagaron el incendio antes de la llegada de los bomberos. Sin embargo, el Gobierno y las autoridades del exCose los dejaron solos, sin apoyo legal ni psicológico. Lamentablemente, la historia es real, salvo algunos detalles. Incluso el candado, que hasta el día de hoy, dicen, en ciertos horarios se mueve solo.



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