domingo, 16 de junio de 2013

Carta Abierta a Dios


Es que la muerte está tan segura de vencer, 
que nos da toda una vida de ventaja”. La Renga

A quien corresponda, allá en el cielo.

Entré a la habitación junto con la Lore y estaba todo muy oscuro. Las luces de algunas máquinas se mezclaban con las del pasillo, y así lo puede ver en la cama. Parecía dormido.

Me acerqué y besé su frente. Estaba más frío que el frío mismo. Eran las 0.10 del jueves 15 de julio y acababa de irse.

Miles de sentimientos se cruzaron en mi enorme cabeza en ese momento. Una indescriptible tristeza, dolor, terror. Pero muy profundamente, la que dominaba todo mi ser era la ira, una ira contenida desde hacía mucho tiempo.

Es por eso que le escribo, para descargar esta ira. Y lo voy a tratar de usted, porque yo tuteo a la gente que quiero, a la que me cae bien, y usted no encaja en ese parámetro.

Me tomé un tiempo prudencial para ver si mi sentimiento se modificaba, pero el paso de los días sólo incrementó la bronca.

En estas líneas presento la renuncia indeclinable a lo poco de católico que quedaba en i. Sí, Dios, o quien quiera que sea el que manda allá arriba, desde hoy me chupa un huevo todo lo que venga o tenga que ver con usted y su catolicismo.

Que se vaya al carajo su Iglesia y su séquito de mercenarios.

Primero que todo, porque no tengo nada que agradecerle, porque yo nunca le pedí nada, ni mi vida ni nada.

Y segundo, porque no entiendo su sistema de premios y castigos. Me comí 13 años en un colegio católico escuchando a pollerudos (como llamaba mi abuelo a los curas) decirme que tenía que ser bueno para ir al cielo, porque los que se morían e iban al infierno eran los malos.

Buena, sí, buena fábula para engañar a un niño, pero nada más lejos de la realidad en la vida cotidiana.

Tengo al menos dos ejemplos por año en mis 31 de vida para acompañar mi teoría de que a usted, Dios, le importa un carajo la gente buena, porque fallece igual que los hijos de puta.

Obviamente que la gente se tiene que morir, que todos vamos a morir, si no, la vida sería imposible en este planeta, con personas abarrotadas por doquier y haciendo aún más insoportable la convivencia.

Pero usted mide con la misma vara a todos. Y no hablo solamente de violadores, asesinos y ladrones que viven impunemente mientras seres de bien mueren a cada minuto. Hablo de los mercenarios seudofotógrafos o diagramadores con los que convivís a diario, personas sin el más mínimo escrúpulo para vender a su madre por dinero. Esos seres de la más baja calaña se regodean en la tierra mientras, seis metros abajo, personas increíbles son alimento de gusanos.

El padre del Gerardo, un amigo del alma, me dijo al quedarse viudo: “El Señor la eligió para que lo acompañe en su ejército allá arriba”. No me voy a olvidar jamás de esa frase.

El Pepe, un tipo sublime, acababa de perder a la mujer de su vida y encontraba consuelo en usted.

Claro, muy vivo el Señor, se lleva a los mejores para arriba y nos deja lo peor a los pelotudos a los que llama “sus hijos”.

Bueno, le comunico, yo no soy hijo suyo. Yo soy hijo de mi mamá y mi papá. Sí, mi viejo, ese tipo laburador y de enorme corazón al que usted, a los 64 años, le cortó la posibilidad de ver crecer a mi hija y a sus otras dos nietas y dejó sola a mi vieja, la mejor mujer que ha existido.

Ese tipo que me llevaba al jardín, que me bancó durante tantos años llevándome a jugar al hockey sobre patines y que se desvivió por su mujer y sus dos hijos. Una persona que me enseñó que a las cosas hay que ganárselas con sacrificio y trabajo. Ese hombre se fue, o, mejor dicho, usted se lo llevó, cuando todavía le quedaba mucho por compartir con su familia.

Por eso, Dios, y ahora sí me permito tutearte, la puta que te parió, más te vale que estés cuidando y muy bien al mejor maestro asador de la historia.

Acá todos los que lo quisimos extrañamos horrores al Miguelito, mientras que para usted lo único que tenemos es rencor.

De mi parte, trataré de ser lo mejor persona posible, para que el día de mañana me lle
vés a tu lado para formar tu ejército. Así, junto con mi viejo, tenemos la posibilidad de mandarte bien a la mierda, hipócrita.

Saludo sin ningún tipo de atención.

Mauricio Ana, un ex católico.
PD: Perdón, Ma, no te enojes, pero es lo que siento.

Dedicado a mi viejo, un tipo con un enorme corazón.

Miguel Ángel Ana

(14/04/1946 - 15/07/2010)



NdeE: Este cuento fue publicado el 13 de octubre de 2010 en el diario El Sol de Mendoza. Su autor fue despedido horas más tarde y ese fue el comienzo de un enfrentamiento de los redactores con la empresa que derivó que en el plazo de un año, el 90 por ciento de los redactores del papel renunciara o fuera despedido. Lo tomo prestado porque en el día del Padre lo recordé y porque buscándolo no encontré el link, solo el PDF, y creo que merece ser recordado.

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